Con sus variaciones sobre una sola silueta inspirada en los años cincuenta –busto completo, cintura delgada, falda amplia– el espectáculo fue una sucesión de looks exquisitamente femeninos, con corsés intrincadamente construidos y volúmenes elegantemente adornados, lo cual giró la atención hacia la artesanía sin parangón de Louis Vuitton.
Si bien el espíritu era clásico, el tratamiento fue completamente moderno, especialmente en la manera en que los motivos y los materiales fueron mezclados y combinados: los vestidos con cuerpo de chifón floreado, por ejemplo, venían con una falda de cuadros de lana pesada; se usaron tejidos masculinos para crear una silueta femenina, y esto se logró de la manera más llamativa cuando un corsé de cuero se asomó por debajo de una chaqueta y falda de tweed.
El motivo de moños se repitió en proporciones exageradas en zapatos de salón puntiagudos. Esta forma única y esencialmente femenina, con un tacón de bloque retro, se interpretó en tres alturas y una infinita variedad de colores y materiales - cocodrilo, avestruz, raso, terciopelo - para complementar cada look individual, y así contribuir a la sensación cuidadosamente considerada de la colección.
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